Acercarse a la obra de un artista prolífico que todavía crea es una tarea difícil a menos que nos limitemos a describir la esencia y el origen de su trabajo artístico: es decir, que descubre diferentes escenarios humanos -espirituales, emocionales, culturales, simbólicos- modelando la materia entre sus manos. Con las solas manos que ven, Guido Dettoni ha creado en muchas obras formas táctiles icónicas que reflejan la conciencia preverbal y los estados del ser, combinando las culturas en las que estuvo inmerso con el zeitgeist de un ahora compartido, de modo que el espectador/contenedor y el artista/creador, tienden un puente entre la experiencia del toque de la mano y del ojo y el surgir de una conciencia interior.

La vocación artística se manifiesta en Guido Dettoni en el parque del Castello Sforzesco de Milán, donde jugaba de niño con barro a los pies de una fuente. Comenzaba sus aventuras en un espíritu de juego y alegría, modelando las formas con el barro que aparecía y desaparecía en sus manos mientras elegía un nombre para cada nueva aparición.
Ese simple comienzo, cerca de la casa de su infancia en Milán, fue recreado el día en que sus manos, modelando con los ojos cerrados, se detuvieron en una sola forma, para descubrir que contenía realidades que nacían en él, apareciendo como fotogramas de una película generados por diferentes puntos de vista. También se dio cuenta de que la forma contenida en sus manos, una vez ampliada, sería capaz de contener su cuerpo. Contenemos aquello que nos contiene: el concepto metafísico se convierte en realidad física.

Este acto de rebelión en la creación, dando forma a la materia, sin ver y sin una intención predefinida, ocurrió desde el principio. Observando a su madre, escultora, y las invenciones empresariales de su padre, pudo sentir el arte en él que pedía expresarse fuera del cómodo ambiente de la familia y de su tradición. A los quince años, Guido dejó el colegio jesuita de San Carlo Borromeo en Milán y se mudó a Alemania. Comenzó a trabajar en una fábrica cerca de Düsseldorf, continuando la práctica del arte, decidido a encontrar inspiración e independencia.

Desde aquel primer viaje lejos de la casa paterna en 1961, Guido se ha formado en el uso del lápiz y el color para crear a partir de las experiencias del ojo, para luego volver al encanto de la materia modelada entre sus manos. En su recorrido artístico y humano, un día volvió a ver con los ojos cerrados como en su infancia, como si el tiempo se hubiera detenido. La misma falta de intención (o sus intenciones intuitivas) y el simple estado de ser se convirtieron en un lugar de creación, una ventana a la conciencia interior, a la espiritualidad y a la memoria a través de la arcilla modelada y la cera.

La inspiración de cada creación, manifestada con el medio que mejor expresaba su visión artística, llevó a Guido a rebelarse continuamente contra los límites de su visión, su espíritu y su arte. En todas sus obras, en dos o tres dimensiones, que incluyen lienzos, arcilla/cera o soportes digitales, hay una infusión de su continuo sentido de aventura inspirado por la conciencia, los estados del ser y lo divino. Su obra despierta nuestro sentido de maravilla, se vuelve instrumento de nuestra espiritualidad invitándonos a unirnos a él en su viaje de descubrimiento.

Eugene Miszcak 

Presidente
Fundación NESHER
Países Bajos / 2020